Te miro y me miras. Sé que tus ojos nunca fueron sinceros conmigo, pero es más fácil si hago que no me doy cuenta. Es más fácil si me olvido de todo y sigo creyendo que eres lo más cercano a mi perfección que he encontrado nunca. La imperfecta perfección. Así que pinto mi mente de blanco y me dejo llevar; una vez más... y una vez más caigo en el error de quererte. Una vez más gasto mi tiempo escribiéndote palabras que probablemente no llegues a leer nunca.Me miras y te miro. Me encojo por dentro, pero ya no estoy segura de que sea mi lado izquierdo, o tal vez sí... tal vez no haya logrado recomponerse de tantos vuelcos y ahora me recorren de la cabeza a los pies sus mil pedazos.Mis ojos rastrean las calles vacías de tanta gente, gente que no eres tú. Miradas desapercibidas. Los cierro y busco, te busco. Y vuelven a encontrarse con los tuyos. No deberían... o quizás sí. Esta vez brillan más que nunca. Así que por probar, pruebo; y miro, te miro. Miro una sonrisa que guardaría para toda la vida, y yo también sonrío. Miro ese puntito que oscurece tu piel y la hace inconfundible. Miro todas las veces que nos mirábamos en silencio... silencios rodeados de palabras inconfesables. Sé que reincido en el pecado de romper mis promesas de no volver a echarte de menos, pero mi delito sería no pensar en ti.Te miro... y no sé qué decir. ¿Te das cuenta? Haces que mis cuerdas vocales estén sometidas a una fuerte exigencia. Mido tanto mis palabras que no estoy segura de poder articularlas. Por eso te miro. Te miro por fuera y por dentro... y entonces abro los ojos. Y los tuyos... ¿se abrirán algún día?
viernes, 24 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario